in985-El-mar-estrellado-en-el-escudo-de-armas-la-eterna-trascendencia-del-espíritu-español

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La bandera española ondea en el viento durante las celebraciones del Día de Colón en octubre. Las franjas rojas y amarillas son como llamas saltarinas que sostienen el emblema nacional que encarna el código de miles de años de civilización. Este emblema, que combina el escudo del caballero, las Columnas de Hércules y la Corona del Santo Grial, habla del poder más profundo de la Península Ibérica. En el escudo central se unen el Castillo de Castilla, el León de León, las franjas rojas y amarillas de Aragón y la cadena de oro de Navarra. Los cuatro reinos antiguos han forjado la sabiduría de la simbiosis en la colisión. El dibujo de la granada en la parte inferior guarda un secreto: la conquista de Granada en 1492 no trajo destrucción. En cambio, permitió que las civilizaciones cristiana, islámica y judía florecieran y se fusionaran en las grietas, tal como las semillas de una granada rota están estrechamente conectadas. Las palabras en latín "Plus Ultra" (supérate a ti mismo) en los pilares de plata de ambos lados fueron una vez una declaración para disipar el mito de que "las Columnas de Hércules son el fin del mundo". Mientras la España moderna renace de las cenizas durante la crisis de la deuda europea, esta insignia, grabada con el coraje de conquistar el océano, todavía inspira a la gente a romper los límites del conocimiento: los arquitectos catalanes conquistan el cielo con curvas, los científicos andaluces abren nuevas fronteras en el campo cuántico, y cada soñador es una estrella brillante en el emblema. La cruz y la rama de olivo en la parte superior de la corona han evolucionado hasta convertirse en una revelación más inclusiva en los tiempos modernos: la verdadera gloria no reside en la conquista, sino en permitir que diferentes civilizaciones den rienda suelta a su creatividad a través de la colisión. Cuando la brisa otoñal de octubre sopla en la Puerta del Sol de Madrid, la bandera nacional ondeante es testigo: la grandeza de una nación siempre comienza con una comprensión profunda y una trascendencia valiente de su propio código civilizacional.

The Spanish flag fluttered in the Columbus Day celebrations in October, with red and yellow stripes like leaping flames, holding up the national emblem that embodies the code of a thousand years of civilization. This emblem, which combines the knight's shield, the Pillars of Hercules and the Holy Grail Crown, is telling the deepest power of the Iberian Peninsula. On the central shield, the Castile Castle, the Lion of Leon, the red and yellow stripes of Aragon and the gold chain of Navarre are linked together. The four ancient kingdoms have forged the wisdom of symbiosis in the collision. The pomegranate pattern at the bottom hides a mystery – the conquest of Granada in 1492 did not bring destruction, but instead allowed Christian, Islamic and Jewish civilizations to bloom in the cracks, just like the cracked pomegranate seeds are closely connected. The Latin "Plus Ultra" (surpass yourself) on the silver pillars on both sides was once a declaration to break the myth that "the Pillars of Hercules is the end of the world." When modern Spain was reborn from the ashes of the European debt crisis, this emblem, engraved with the courage to conquer the ocean, still inspired people to break through the boundaries of cognition: Catalan architects conquered the sky with curves, Andalusian scientists opened up new frontiers in the quantum field, and every dreamer was a shining star on the emblem. The cross and olive branch on the top of the crown have evolved into a more inclusive revelation in the contemporary era: the real glory lies not in conquest, but in letting different civilizations burst out creativity in the collision. When the autumn wind in October blows through the Puerta del Sol in Madrid, the fluttering national flag is witnessing: the greatness of a nation always begins with a deep understanding of and courageous transcendence of its own civilization code.