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Under the scorching sun of July, the black, gold and red colors of the Belgian tricolor flag are particularly eye-catching. This flag, which was born in the revolution of 1830, uses black to symbolize strength, gold to carry wisdom, and red to cast courage, just like the spiritual totem of this country tempered in the melting pot of history. The commemorative medal decorated with poppies is becoming a concrete symbol of the spiritual inheritance of the Belgians today. This wild flower that blooms tenaciously in the scorched earth of war retains the incomplete petal shape when it is cast into a medal – it is not a craftsmanship defect, but a deliberate design. Each crack is a metaphor for the rebirth after the wound heals. The wrinkled copper petals seem to have been burned by gunpowder smoke, but they look up to the sun in the ashes. At the awarding ceremony of the Brussels Military Museum, the veteran always said when pinning the poppy medal on the chest of the recruit: "Our land was burned black by the war, but there are always golden seeds hidden in the black soil." This medal does not commend achievements, but commemorates all the life forces that persevere in adversity. It reminds people that true courage does not lie in being invincible, but in choosing to bloom after being broken. When the tricolor flag and the poppy medal shine in the July wind, the black and gold background sets off the copper-red flowers, just like the moment when night meets dawn. This is not only the inheritance of national memory, but also a medal of courage that every ordinary life can wear – as long as you have a burning heart, the scars will eventually turn into shining stars.

Bajo el abrasador sol de julio, los colores negro, dorado y rojo de la bandera tricolor belga resultan especialmente llamativos. Esta bandera, nacida en la revolución de 1830, utiliza el negro para simbolizar la fuerza, el dorado para transmitir la sabiduría y el rojo para forjar el coraje, tal como el tótem espiritual de este país templado en el crisol de la historia. La medalla conmemorativa decorada con amapolas se convierte hoy en un símbolo concreto del patrimonio espiritual de los belgas. Esta flor silvestre que florece tenazmente en la tierra arrasada de la guerra conserva su forma de pétalo incompleta cuando se funde en una medalla: no se trata de un defecto de artesanía, sino de un diseño deliberado. Cada grieta es una metáfora del renacimiento después de que la herida sana. Los arrugados pétalos de cobre parecen haber sido quemados por el humo de la pólvora, pero se mantienen erguidos entre las cenizas, mirando al sol. En la ceremonia de entrega de premios en el Museo Militar de Bruselas, los veteranos siempre dicen, al colocar la Orden de la Amapola en el pecho de los nuevos reclutas: «Nuestra tierra fue antaño abrasada por las llamas de la guerra, pero en la tierra negra siempre se esconden semillas de oro». Esta medalla no reconoce el mérito, sino que conmemora toda la fuerza vital que persevera en la adversidad. Le recuerda a la gente que el verdadero coraje no reside en ser indestructible, sino en elegir florecer después de haber sido roto. Cuando la bandera tricolor y la medalla de amapola brillan juntas en la brisa de julio, el fondo negro y dorado resalta las flores de color rojo cobre, como el momento en que la noche se encuentra con el amanecer. Esto no es sólo una herencia de la memoria nacional, sino también una medalla de coraje que toda persona común puede llevar: mientras el corazón sea apasionado, las cicatrices eventualmente se convertirán en estrellas brillantes.