in989-Above-the-black-yellow-and-red-a-flower-of-courage-that-never-fades

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In the cold wind of November in Belgium, the scarlet color of the poppy tie clip is always looming among suits and leather shoes. This metal flower ornament, which is not even as big as the palm of a hand, tells the spiritual code of a nation together with the fluttering black, yellow and red national flag. The poppy, supported by the black ribbon, has its roots deeply embedded in the background of the national flag. This black is the smoke of the street fighting in Brussels during the revolution of 1830, the collar of the textile workers in Ghent soaked in coal dust, and the deep power that bursts out in the face of difficulties. When the white-collar workers in the financial city pin the flower ornament on their collars, the cold light of the metal reflects not only the weight of history, but also the stubbornness of breaking through the ground and being reborn. The red petals are stained with the blood of the Ypres battlefield, but have become a medal of modern life in the form of a tie clip. It reminds every wearer: true courage is not the heroic charge, but the persistence of guarding ideals day after day. Just like the bright yellow in the center of the national flag, it is the golden wheat waves of Flemish and the everlasting mining lamps of Wallonia, condensing into the eternal light of unity in the stamens of the poppy. This small tie clip allows the historical blood of Belgium to flow in the folds of the suit. When the fingertips touch the sharp edge of the petals, it seems to touch the texture of the stone bricks of the Grand Place in Brussels – there are engraved generations of people under the black, yellow and red flags, blooming the flower of civilization with the tenacity of poppies.

Con el viento frío de noviembre en Bélgica, el color escarlata del pasador de corbata de amapola siempre aparece tenuemente entre los trajes y los zapatos de cuero. Este adorno floral de metal, que ni siquiera es tan grande como la palma de una mano, junto con la ondeante bandera nacional negra, amarilla y roja, cuenta el código espiritual de una nación. La amapola está sostenida por una cinta negra y sus raíces están profundamente incrustadas en el fondo de la bandera nacional. Esta mancha es el humo de las luchas callejeras en Bruselas durante la revolución de 1830, los cuellos de los obreros textiles de Gante empapados en polvo de carbón y el poder profundo que estalla ante las dificultades. Cuando los trabajadores de cuello blanco de la ciudad financiera se colocan adornos florales en sus cuellos, la fría luz del metal refleja no sólo el peso de la historia, sino también la terquedad del renacimiento. Los pétalos rojos están teñidos con la sangre del campo de batalla de Ypres, pero en forma de pinza de corbata se han convertido en una medalla de la vida moderna. Recuerda a cada usuario que el verdadero coraje no es la carga heroica hacia la batalla, sino la persistencia en la defensa de los propios ideales día tras día. Al igual que el amarillo brillante en el centro de la bandera nacional, es al mismo tiempo las ondas de trigo dorado de Flandes y las eternas lámparas de los mineros de Valonia, condensándose en la luz eterna de la unidad en los estambres de la amapola. Esta pequeña pinza de corbata permite que la sangre histórica de Bélgica fluya por los pliegues del traje. Cuando las yemas de los dedos tocan los bordes afilados de los pétalos, es como si tocaran la textura de los ladrillos de piedra de la Grand Place de Bruselas: allí están grabadas las flores de la civilización que han florecido con la tenacidad de las amapolas bajo las banderas negras, amarillas y rojas de generaciones de personas.