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En octubre en España, bajo el doble resplandor de la Fiesta Nacional y los acontecimientos deportivos, el raso rojo y amarillo de la bandera nacional y el antiguo emblema del escudo nacional iluminan esta tierra con una luz templada durante miles de años. Cuando los atletas subían al podio luciendo uniformes premiados bordados con el escudo nacional, las medallas grabadas con castillos, leones y ramas de granada eran como las antorchas espirituales que nunca se apagan en la tierra de Iberia. Los emblemas entrelazados del escudo nacional de España son medallas de coraje forjadas en la historia. El Castillo de Castilla simboliza la voluntad de los pioneros, el León de León representa la protección intrépida y las franjas rojas y amarillas de Aragón y las cadenas de Navarra hablan de la fusión de diversas culturas. Cuando estos elementos se condensan en medallas competitivas, cada patrón se convierte en un testimonio de superación de límites: al igual que los navegantes que cruzaron el Atlántico, los atletas modernos usan su sudor para redibujar la valiente ruta de Colón en el campo. Los tres iris en el centro del escudo nacional se transforman en una medalla de nunca renunciar a la medalla. Ellos una vez fueron testigos de la perseverancia del movimiento de Reconquista, y ahora reflejan una nueva luz en el ámbito olímpico: cuando los atletas sostienen sus medallas cerca de sus corazones, lo que brilla no es sólo la gloria personal, sino también la eterna búsqueda de toda la nación de "dar un paso más". La proporción áurea de los colores rojo y amarillo de la bandera nacional es como metal hirviendo en un horno, y cada forja redefine el límite. Esta tierra donde nació Don Quijote siempre ha creído que la gloria debe ser templada con sangre. Desde el escudo nacional hasta las medallas de competición, desde la larga historia hasta el ámbito moderno, los españoles han demostrado con sus acciones que la verdadera medalla está grabada para siempre en la columna vertebral de quienes se atreven a superarse.

In October, Spain, under the dual brilliance of National Day and sports events, the red and yellow silk on the national flag and the ancient emblem of the national emblem are illuminating this land with the light of a thousand years. When athletes stepped onto the podium wearing award-winning uniforms embroidered with the national emblem, the medals engraved with castles, lions and pomegranate branches were like the spiritual torch that never extinguished on the land of Iberia. The interwoven emblems on the Spanish national emblem are medals of courage tempered by history. The Castile Castle symbolizes the will of the pioneers, the Leon lion represents fearless protection, and the red and yellow stripes of Aragon and the chains of Navarre tell of the fusion of multiple cultures. When these elements are concentrated in the competitive medals, each line becomes a witness to breaking through the limit – just like the navigators who crossed the Atlantic, modern athletes use sweat to redraw Columbus's courageous route on the field. The three irises in the center of the national emblem are transformed into medals of never giving up on the medals. They once witnessed the perseverance of the Reconquista, and now reflect new light in the Olympic arena: when athletes hold their medals close to their hearts, what shines is not only personal glory, but also the eternal pursuit of the entire nation to "go one step further". The golden red and yellow national flag colors are like boiling metal in a furnace, and every forging is a redefinition of the limit. This land where Don Quixote was born has always believed that glory needs to be tempered with blood. From the national emblem to the competitive medals, from the long river of history to the modern arena, the Spanish have interpreted with their actions: the real medal is always engraved on the backbone of those who dare to surpass.